20/6/07

Caballo de acero




El niño de diez años no comprende porqué él no estrena bicicleta. Los otros niños pedalean montados sobre sus flamantes BH. Las de los más mayores incorporan incluso unos cambios que han montado sus propietarios, con más maña, como las que tienen las bicicletas de carreras. El niño de diez años no comprende porqué él debe usar una bici, su bici, con el viejo cuadro rematado con minio y luego pintado en color azul celeste: una bicicleta grandota, sin marcas visibles -como la de los otros niños- salvo una chapita con un escudo bajo el eje del manillar, Orbea dice el escudo tapado toscamente por la mano de pintura que el abuelo le dio hace una semana cuando el cuadro colgaba por unos ganchos del techo de su taller. El sillín de la vieja bicicleta es de cuero curtido, muy duro, y lleva dos grandes muelles en la parte inferior trasera que amortiguan los golpes cuando se pedalea por el campo. Su sillín no tiene nada que ver con los de las bicicletas de los otros niños. Los frenos de su bicicleta son de varilla. Los de los otros de cable de acero, con tensores y camisas blancas y eficaces zapatas para la frenada. Unos frenos perfectos para derrapar en la tierra del camino.



El niño de diez años no comprende pero juega. Necesitará un tiempo doloroso para olvidar que su bicicleta no es nueva, dejar de sentirse diferente y todavía algo más para ganarse el derecho a otra, una BH que no desentone.



No entiende, pero juega. Hasta que, mucho después, media vida después, sentado en un escalón mientras rumía soledades en silencio frente al invisible telón de otra tarde de primavera añora, al fin, la bicicleta con frenos de varilla y cuadro pintado de azul celeste que su abuelo reparó para él.

2 comentarios:

Mori Ponsowy dijo...

Pepo, qué lindo texto. Leí este y el del árbol y ambos me han gustado mucho. Felicitaciones por el blog! Que siga así, con esta riqueza.

Francisco Fortuny dijo...

Es un artículo precioso, Pepo, y no sólo por la conciencia que destila y porque pone en evidencia las diferencias sociales, sino porque tiene la belleza de partir d euna anécdota para trascenderla.

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